junio 19, 2023
Científicas del IEB abordan actual escenario y desafíos en torno a la sequía y desertificación, y su impacto en las mujeres

Las sequías se encuentran entre las mayores amenazas para el desarrollo sostenible, especialmente en los países en desarrollo, y se estima que para el 2050, este fenómeno afectará a más de las tres cuartas partes de la población mundial. En ese contexto, las mujeres tienen un rol vital en la salud de la tierra, pero cuando ésta se degrada y el agua escasea, son la población más afectada.
En el marco del Día Mundial contra la Desertificación y la Sequía, a conmemorarse cada 17 de junio, las investigadoras del Instituto de Ecología y Biodiversidad, Eugenia Gayó (Directora del Núcleo Milenio UPWELL), y Francisca Díaz (Subdirectora Núcleo Milenio AFOREST) analizaron este escenario.
Eugenia Gayó, Departamento Geografía, Universidad de Chile
-En el marco de esta conmemoración y el lema de este año «Mujer. Su tierra. Sus derechos». ¿Qué herramientas y conocimientos está entregando la ciencia hoy para abordar la sequía en los territorios, considerando la dimensión de género y desigualdades que afectan a las mujeres en este contexto?
Investigaciones interdisciplinarias y reportes de DD.HH que abordan los riesgos que impone el Cambio Climático a diferentes escalas espaciales, indican que las mujeres experimentan de forma muy diferente los impactos de los eventos extremos (sequías) y otros cambios de “larga duración” como la desertificación.
Esto es particularmente pronunciado en las zonas rurales, y en aquellos países donde la inequidad social es un problema estructural. Por ejemplo, el éxodo rural de los hombres, deja atrás a las mujeres a cargo de la tierra y el hogar, pero no necesariamente con los respectivos derechos legales o la autoridad social para hacerlo. Otras veces se incrementa la violencia de género tras los desastres inducidos por el clima, esto sobre todo en lugares donde existen conflictos. Se ha observado que las mujeres y niñas alteran sus capacidades para realizar tareas cotidianas. Dicho factor, explica la deserción escolar para poder dedicar más tiempo a manejar la escasez de agua (abastecer a la familia). Y en segundo lugar, incluso se ven obligadas a desplazarse a lugares lejanos para acceder a recursos, incrementado su exposición a la violencia de género fuera del hogar.
Sin embargo, no todo es negativo, ya que se ha demostrado que las mujeres son claramente agentes del cambio cuando se les garantiza un acceso igualitario a oportunidades de toma de decisiones. Cuando esto sucede, adoptan decisiones sustentables e inclusivas que llevan a mejorar los índices de escolarización de sus hijos, aumentar la seguridad alimentaria, adoptar pautas de movilidad más ecológicas, y reducir la demanda de energía.
En Chile, por ejemplo, el libro “las Guardianas del Agua”, nos ofrece un panorama nacional sobre la relación entre género e inseguridad hídrica. El libro recoge cómo las mujeres se han organizado localmente -y con una estrategia inclusiva- para hacer frente a la sequía, bajo un contexto en que la institucionalidad estatal es deficiente, a lo que se suman las presiones que grandes proyectos extractivos imponen sobre la disponibilidad y acceso al agua en los territorios. Se puede acceder al libro aquí: https://cl.boell.org/es/2022/03/18/guardianas-del-agua
2- ¿Qué mensaje entregarías a la comunidad respecto a la necesidad de visibilizar esta realidad y avanzar en estrategias o nuevos enfoques que permitan mitigar este problema?
Sin duda, es urgente implementar políticas resilientes al clima, cuyos pilares sean las cuestiones de género, por lo que es necesario promover una gobernanza inclusiva a escala internacional y nacional. En este sentido, debemos desarrollar ahora todas aquellas acciones y principios para mejorar la equidad social en general, integrando a las mujeres y otros grupos marginados en la toma de decisiones.
Francisca Díaz
¿Qué factores actuales e históricos están contribuyendo a la desertificación y la sequía en nuestro país y los territorios que estudias?
La desertificación es un proceso de pérdida o degradación de los territorios por efectos naturales y humanos. Entonces, las pérdidas de cobertura vegetal que estamos observando durante la última década, no son sólo el resultado de la «megasequía», -es decir, de la tendencia de disminución de las lluvias y aumento de las temperaturas desde el año 2010 al presente- sino también, resultado de importantes alteraciones humanas sobre nuestros territorios.
Los cambios de uso de suelo han sido de los factores más relevantes. La expansión de ciudades, la agricultura y plantaciones forestales, entre otras, aportan de forma importante a la pérdida de funcionalidad y biodiversidad de los ecosistemas. Todo esto genera un efecto de acoplamiento que aumenta los efectos de la sequía. Es como imaginar que si la temperatura máxima sube dos grados, pero estoy en un bosque esclerófilo, los efectos serán, hasta cierto punto, regulados y resistidos por el bosque como un ecosistema funcional y diverso. En cambio, esos mismos dos grados en una zona deforestada van a sobrecalentar inmediatamente las hierbas o plantas pequeñas, aumentando la temperatura del suelo y produciendo una pérdida acelerada de humedad, nutrientes y probablemente, una erosión del sitio difícil de revertir.
Es decir, vemos efectos exacerbados de la sequía por un acople del cambio en las variables externas (como precipitación y temperatura) sumado a un mal manejo y protección de nuestros ecosistemas.
¿De qué manera, este fenómeno creciente afecta a nuestra biodiversidad y el bienestar de las comunidades humanas?
La biodiversidad se ve fuertemente amenazada por los procesos de desertificación y sobretodo, por la pérdida de hábitat. El clima cambia constantemente a lo largo de la historia, pero hoy el uso humano del territorio limita fuertemente la capacidad de adaptación que pueden tener otras especies a los cambios de clima. Además, esos cambios están ocurriendo de forma más rápida que en el pasado.
Las comunidades humanas nos vemos igualmente amenazadas. Somos parte del ecosistema y necesitamos para nuestra sobrevivencia y bienestar de las múltiples contribuciones que la naturaleza nos entrega. Algunas de éstas las vemos más claramente: la pérdida de polinizadores afecta nuestros cultivos, y la disminución de cobertura vegetal desestabiliza las laderas de los cerros aumentando los derrumbes.
Pero hay millones de conexiones invisibles que permiten nuestra sobrevivencia. La más básica es la composición de la atmósfera y oxígeno que respiramos, que aunque todos sabemos que es generado por plantas (y otros microorganismos marinos fotosintéticos, ¡a veces olvidados!) nos cuesta realmente valorar y proteger con la fuerza necesaria. Ejemplo de ello, son los fragmentos de bosque nativo que resisten en las zonas más habitadas.
En ese sentido, la investigación científica ha sido clave en ir revelando que en los sistemas terrestres, no sólo los bosques, son claves para regular el clima, como las turberas en el sur de Chile, donde se almacena carbono.
¿Cómo podemos ayudar a mitigar o luchar contra la desertificación y la sequía en nuestros territorios, desde la ciencia y/o políticas públicas y acciones individuales y colectivas?
Desde la ciencia sabemos que una mayor biodiversidad se correlaciona con ambientes más resilientes. Es decir, si protegemos la biodiversidad, es probable que nuestros ecosistemas sean más resistentes a la sequía. Para esa protección es clave la reciente aprobación del Servicio de Biodiversidad y el Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SBAP), pues resulta necesario incrementar el presupuesto para estos fines, y por otro lado, crear un manejo centralizado que permita, por ejemplo, identificar sitios prioritarios para la conservación de la biodiversidad considerando el contexto local, regional y global.
Como científica creo que es importante seguir profundizando nuestros conocimientos sobre el funcionamiento de los ecosistemas y sus respuestas ante estos eventos de sequía, a fin de prepararnos de la mejor manera para enfrentar el próximo siglo. Aún hay mucho por entender desde las ciencias, para alimentar la toma de decisiones en políticas públicas y también, aportar en la educación y sensibilización de la sociedad respecto a temas ambientales. Creo que hay bastante interés por la ciencia, pero aún se ve como un tema lejano para gran parte de la ciudadanía. Nuestro desafío es poder impulsar una cultura ambiental que efectivamente valore y promueva a la naturaleza como el eje central de nuestro bienestar.
Desde las acciones individuales creo que es clave ser más conscientes de nuestro consumo. Como sociedad y desde las instituciones veo que de a poco se ha ido incorporando la importancia de reciclar y recientemente de reutilizar, pero poco hablamos sobre disminuir el consumo y las consecuencias ambientales del mismo. Creo que para allá deben orientarse nuestros esfuerzos ahora.