September 6, 2023
Antonio Lara: el naturalista intruso

Entre las regiones de Coquimbo y Tarapacá, especialmente en zonas cercanas a la costa, se puede observar una planta suculenta cuyos tallos y hojas están cubiertos por pequeñas gotitas o cristales de sal. Esta planta invasora, conocida como “hierba del rocío”, llegó de África a Chile durante el siglo XIX, convirtiéndose actualmente en una amenaza para nuestra biodiversidad.
Esta especie, Mesembryanthemum crystallinum, ha sido un gran foco de curiosidad y trabajo para Antonio Lara Cuevas, integrante del Laboratorio de Invasiones Biológicas, LIB, y quien hace un par de semanas se convirtió en ingeniero en recursos naturales de la Universidad de Concepción. Esto, tras defender su examen de grado en el que analizó el patrón de cobertura y banco de semillas de esta especie, en cuatro áreas protegidas de Chile: Reserva Natural Paposo Norte, Parque Nacional Pan de Azúcar, Parque Nacional Llanos de Challe y Reserva Nacional Pingüino de Humboldt.
“Actualmente no existe información detallada sobre la distribución, mecanismos de dispersión, establecimiento o impacto de esta especie invasora. Sin embargo, en nuestro trabajo, los principales resultados mostraron que el Parque Nacional Llanos de Challe es la unidad más afectada y que la presencia de la especie en los sitios invadidos se mantendrá en el tiempo y con altas probabilidades de seguir colonizando nuevos sitios. Esto, debido principalmente a los densos bancos de semillas y a las notables características que posee esta planta para tolerar ambientes salinos y de estrés hídrico”, explica el ingeniero de 27 años e integrante del Instituto de Ecología y Biodiversidad.
Durante esta investigación, que implicó varias estadías en terreno, Antonio no sólo exploró los aspectos científicos de esta planta y sus interacciones con el ecosistema. También, aprovechó de darle espacio a otras de sus facetas: la de naturalista e ilustrador. Así fue como nacieron dibujos de aves como el piquero o el pingüino de Humboldt, entre otras especies de plantas y animales.
Infancia y naturaleza intrusa
Su gusto y curiosidad por la naturaleza no sólo provienen de experiencias como éstas, sino también de su infancia y aventuras en Los Ángeles -Región del Biobío- cuidad en la que nació y vivió hasta ingresar a la Universidad de Concepción.

“El paseo más común en Los Ángeles es salir a la cordillera, y eso fue algo que viví con mi familia y amigos, sintiéndome siempre muy cómodo en estos lugares junto a ellos. Creo que por ahí viene mi fascinación por la naturaleza, y también por haber sido scout desde los 7 años. Lo más entretenido en esos tiempos era salir a acampar con el grupo de compañeros”, recuerda.
Pese a estos intereses, el técnico del LIB y del IEB, comenta que antes de ingresar a su carrera, también pensó en estudiar arquitectura. Su gran afición por el dibujo era una de esas razones. No obstante, optó por el camino de la ingeniería con enfoque en la naturaleza e invasiones biológicas, recorrido que también lo llevó a explorar nuevas formas de comunicar el conocimiento.
Un gran ejemplo que lo demuestra, es su rol como coordinador de Naturaleza Intrusa, un programa de educación ambiental y divulgación científica sobre especies invasoras, desarrollado por él y dos estudiantes más de su carrera el año 2017: Sergio Benavides y Daniela Gaymer.
El proyecto educativo, que cuenta además con página de Instagram, Facebook y Twitter, busca concientizar a la comunidad sobre los impactos de las invasiones biológicas sobre la biodiversidad, la sociedad y la economía, y dar a conocer investigaciones y avances científicos en esta materia, a través de plataformas digitales y actividades presenciales. De esta manera, el programa ha permitido trabajar con estudiantes escolares y personas de diversas edades, mediante la interacción en redes sociales, ferias, stands, charlas, talleres, y la utilización de infografías, juegos, materiales didácticos y otras herramientas, referidos a diversas plantas y animales invasores en nuestro país, tales como: el aromo, el conejo, la chinita arlequín, el cardo, la zarzamora, el caracol africano o la hierba azul.

“Ser parte de Naturaleza Intrusa ha sido muy enriquecedor. Partimos experimentando en este espacio que luego fue creciendo. Ahora, el deseo del equipo es poder establecernos como una institución cada vez más dedicada a la educación científica. Sentimos que la recepción ha sido buena en general, pero tenemos muchos desafíos más, como aportar soluciones a problemáticas más locales”.
Otro tema pendiente que advierte, es poder medir la efectividad de los programas educativos, y la percepción que la sociedad tiene sobre las especies invasoras. “Lo que más tenemos es información más bien anecdótica. Ahora estamos trabajando con un colegio para analizar a nivel comparativo si realmente están funcionando las actividades que realizamos”
Antonio manifiesta su impresión por las diferentes formas en que las invasiones biológicas pueden afectar a la biodiversidad y a la sociedad, incluyendo el valor paisajístico. “En la Región del Biobío, que es donde vivo, es asombrosa la superficie ocupada con especies exóticas, hasta el punto de ir perdiendo poco a poco la identificación con especies nativas y nuestra identidad. Otros impactos pueden llegar a afectar directamente el bienestar de comunidades campesinas, como es la presencia del visón”, destaca.

Por esta razón, el investigador asegura que las respuestas a estos problemas sólo pueden venir del trabajo conjunto y coordinado, donde la comunicación científica y la educación ambiental son un componente esencial para dimensionar la problemática y poder tomar acciones. “Afortunadamente, son cada vez más las organizaciones comunitarias y otras iniciativas que reconocen este problema, algo que ya es complicado en un contexto de crisis de biodiversidad donde son múltiples los focos a abordar”, menciona.
En ese contexto, Antonio declara sentirse muy a gusto trabajando en el Laboratorio de Invasiones Biológicas, de la UDEC y el IEB, y también, en el área de difusión científica. Sin embargo, en el largo plazo también quisiera ahondar y aportar en políticas públicas, como es la futura implementación del Servicio de Biodiversidad y Áreas Protegidas, SBAP, ley que también considera el abordaje de las especies exóticas invasoras en ecosistemas de Chile.
Piqueros, arte y lo cotidiano
Antonio se desplaza a todas partes en su bicicleta. A veces juega a la pelota y también se da el tiempo para leer, escuchar música o hacer de DJ en su propia casa, espacio que comparte junto a su polola y dos amigos, y en cuyo living hay colgadas algunas creaciones suyas.

La mayoría de estas obras, han sido inspiradas por diversas especies y paisajes naturales que han capturado su atención. Uno de estos cuadros es la xilografía de un piquero, ave que le causó gran fascinación en uno de sus viajes a la Reserva de Humboldt. “Los veía pasar y me parecía impresionante y muy bello lo que hacían, que caían al agua como una flecha”, recuerda.
Dicha obra la terminó de tallar la noche anterior a su examen de grado. Nunca antes había experimentado con esta técnica de impresión, que permite obtener muchas copias del original.
De esta manera, Antonio señala que los terrenos son instancias en las que siempre hay espacio para llevar cuaderno y lápices. “Hay momentos donde no se alcanza a hacer mucho, y en otros me siento e intento trazar algunas cosas de aquello que va llamando mi atención. En otras ocasiones, acudo a mi celular para sacar fotos de diferentes ángulos, y así empezar a dibujar lo que quiero”, destaca.
El ingeniero en recursos naturales también ha trabajado minuciosamente con un instrumento llamado “tiralíneas”, gracias a un curso de dibujo científico que realizó en la Universidad de Concepción. En esa oportunidad, se inspiró en el abejorro nativo Bombus dahlbomii para elaborar su retrato, una especie que le atrae mucho y le recuerda a “un motorcito volador”, pero que lamentablemente ya no es posible observar en la ciudad de Concepción. La arrasadora presencia de la especie exótica invasora, el abejorro europeo Bombus terrestris, ha diezmado a las comunidades de abejorros nativos.

“En este curso de dibujo trabajé con el microscopio y el individuo, pues lo que se busca aquí es mostrar la morfología. Fue muy entretenido participar. Con esta técnica primero se hace un bosquejo en hoja blanca, y luego se realizan muchos trazos para darle forma a la especie”, explica.
De manera autodidacta, Antonio también incursionó en la acuarela, dando forma a la diablada presente en la portada del icónico disco de los Jaivas, “Alturas de Machu Picchu”.
Y así, espera seguir dibujando y retratando la naturaleza, a la par de su camino como investigador y comunicador científico.
“Yo era ese niño que sabía y le entretenía mucho dibujar, y afortunadamente no he parado de hacerlo. Ha sido lindo experimentar y buscar técnicas diferentes. Actualmente, me gustaría involucrar más a la ciencia con la naturaleza y el arte. Creo que el arte es un puente notable para expresar lo que uno ve, desde una especie hasta un ecosistema completo. Y también es la expresión de lo que uno siente”.

Asimismo, el ingeniero advierte que, en el contexto del trabajo científico, es importante darle espacio a una mirada más esperanzadora del futuro, pero sin dejar de entender el escenario global y local, aunque resulte amenazante.
“En la academia y espacios de investigación donde se aborda la biodiversidad, me llama la atención lo catastrófico que está el escenario. Uno ve gráficos y estudios, y hay poca perspectiva respecto al futuro del planeta. Y bueno, así es como uno se ubica entre el miedo y la esperanza. Pero al miedo no hay que negarlo y hacerle el quite por completo, porque te activa y moviliza. Y la esperanza está, y se encuentra a escalas más pequeñas, en comunidades más pequeñas. Por eso es que las acciones locales para problemáticas locales, son tan importantes. También creo que para seguir hacia adelante, nos queda ser buenas personas y resilientes”, finaliza. (Por: Carolina Todorovic)
